Lea el cuento y analice el tipo de focalización. Escriba un texto breve en el que
1. Parta de una afirmación en la que usted enuncie cuál es para usted el tema del cuento.
2 Fundamente esa afirmación:
Resuma en no más de dos líneas la historia
Defina el típo de focalización que aparece en el cuento y el concepto de focalización según GGenette . Indique también típo de narrador.
Ejemplifique la focalización con algun fragmento del cuento ( cita textual) indicando por qué lo elige ( por qué da cuenta de la focalización)
Vuelva a la afirmación para señalar por qué la focalización sostiene el tema, contribuye a construir el sentido del cuento.
EL VIAJE
OLVIDADO
SILVINA OCAMPO
Quería acordarse del
día en que había nacido y fruncía tanto las cejas que a cada instante las
personas grandes la interrumpían para que desarrugara la frente. Por eso no
podía nunca llegar hasta el recuerdo de su nacimiento.
Los chicos antes de
nacer estaban almacenados en una gran tienda en París, las madres los
encargaban, y a veces iban ellas mismas a comprarlos. Hubiera deseado ver
desenvolver el paquete, y abrir la caja donde venían envueltos los bebés, pero
nunca la habían llamado a tiempo en las casas de los recién nacidos. Llegaban
todos achicharrados del viaje, no podían respirar bien dentro de la caja, y por
eso estaban tan colorados y lloraban incesantemente, enrulando los dedos de
los pies.
Pero ella había
nacido una mañana en Palermo haciendo nidos para los pájaros. No recordaba
haber salido de su casa aquel día, tenía la sensación de haber hecho un viaje
sin automóvil ni coche, un viaje lleno de sombras misteriosas y de haberse
despertado en un camino de árboles con olor a casuarinas donde se encontró de
repente haciendo nidos para los pájaros. Los ojos de Micaela, su niñera, la
seguían como dos guardianes. La construcción de los nidos no era fácil; eran de
varios cuartos: tenía que haber dormitorio y cocina.
Al día siguiente,
cuando volvió a Palermo, buscaba los nidos en el camino de casuarinas. No
quedaba ninguno. Estaba a punto de llorar cuando la niñera le dijo: "Los
pajaritos se han llevado los nidos sobre los árboles, por eso están tan
contentos esta mañana". Pero su hermana, que tenía cruelmente tres años
más que ella, se rió, le señaló con su guante de hilo el jardinero de Palermo
que tenía un ojo tuerto y que barría la calle con una escoba de ramas grises.
Junto con las hojas muertas barría el último nido. Y ella, en ese momento
sintió ganas de lanzar, como si oyera el ruido de las hamacas del jardín de su
casa.
Y después, el tiempo
había pasado desde aquel día alejándola desesperadamente de su nacimiento.
Cada recuerdo era otra chiquita distinta, pero que llevaba su mismo rostro.
Cada año que cumplía estiraba la ronda de chicas que no se alcanzaban las
manos alrededor de ella.
Hasta que un día jugando en el cuarto de estudio, la
hija del chauffeur francés le dijo con palabras atroces, llenas de
sangre: "Los chicos que nacen no vienen de París" y mirando a todos
lados para ver si las puertas escuchaban dijo despacito, más fuerte que si
hubiera sido fuerte: "Los chicos están dentro de las barrigas de las
madres y cuando nacen salen del ombligo", y no sé qué otras palabras
oscuras como pecados habían brotado de la boca de Germaine, que ni siquiera
palideció al decirlas.
Entonces empezaron a nacer chicos por todas partes.
Nunca habían nacido tantos chicos en la familia. Las mujeres llevaban enormes
globos en las barrigas y cada vez que las personas grandes hablaban de algún
bebito recién nacido, un fuego intenso se le derramaba por toda la cara, y le
hacía agachar la cabeza buscando algo en el suelo, un anillo, un pañuelo que no
se había caído. Y todos los ojos se tornaban hacia ella como faroles iluminando
su vergüenza.
Una mañana, recién salida del baño, mirando la flor
del desagüe mientras la niñera la secaba envolviéndola en la toalla, le confió
a Micaela su horrible secreto, riéndose. La niñera se enojó mucho y volvió a
asegurarle que los bebes venían de París. Sintió un pequeño alivio.
Pero cuando la noche llegaba, una angustia mezclada
con los ruidos de la calle subía por todo su cuerpo. No podía dormirse de noche
aunque su madre la besara muchas veces antes de irse al teatro. Los besos se
habían desvirtuado.
Y fue después de muchos días y de muchas horas largas
y negras en el reloj enorme de la cocina, en los corredores desiertos de la
casa, detrás de las puertas llenas de personas grandes secreteándose, cuando su
madre la sentó sobre sus faldas en su cuarto de vestir y le dijo que los
chicos no venían de París. Le habló de flores, le habló de pájaros; y todo eso
se mezclaba a los secretos horribles de Germaine. Pero ella sostuvo desesperadamente
que los chicos venían de París.
Un momento después, cuando su madre dijo que iba a
abrir la ventana y la abrió, el rostro de su madre había cambiado totalmente
debajo del sombrero con plumas: era una señora que estaba de visita en su
casa. La ventana quedaba más cerrada que antes, y cuando dijo su madre que el
sol estaba lindísimo, vio el cielo negro de la noche donde no cantaba un solo
pájaro.